Las restricciones de crédito y el poder creciente de los bancos provocan el surgimiento de formas innovadoras de intermediación e inversión. Con el objetivo común de canalizar fondos a las empresas de la economía productiva local, el crowdfunding para empresas tiene el potencial para reequilibrar la relación entre ciudadanos, banca y empresas.
El crowdfunding, o financiación colectiva, es un término cada vez más popular. A través de una plataforma web, cualquier persona puede financiar directamente aquellos proyectos o iniciativas que decida. Raro es el día en el que no sepamos de un libro, un álbum musical o una campaña ciudadana que se haya convertido en realidad con pequeñas aportaciones económicas de muchas personas. Sin embargo, mucho menos conocido es el impacto que este tipo de plataformas está teniendo en la financiación de la economía productiva en todo el mundo.
Si en el ámbito cultural y social la donación (más o menos desinteresada) es el modelo que está teniendo éxito, en el ámbito empresarial la financiación se canaliza en forma de capital o de préstamo y a cambio de un retorno económico más o menos elevado.
Financiación en forma de capital y préstamo
En el modelo basado en el capital, las personas invierten dinero en una empresa a cambio de una participación en el capital social (acciones o participaciones) de la empresa, con la expectativa de obtener una rentabilidad en el futuro en forma de dividendos o plusvalías por la venta de su participación. Generalmente apuntan a empresas de reciente creación o start-ups y las plataformas de crowdfunding se pueden encargar del análisis de las empresas, su valoración, de preparar los acuerdos de inversión e incluso de hacer el seguimiento de las empresas a posteriori. Este modelo contribuye a superar su problema crónico de necesidades de recursos propios de las nuevas empresas.
En el modelo basado en préstamo (o crowdlending) las personas pueden prestar dinero directamente a empresas que, habitualmente, llevan varios años operando en el mercado. La empresa devuelve a los inversores el préstamo con los intereses en las condiciones acordadas (por ejemplo pagos mensuales o a vencimiento, carencia, etc.) a través de la plataforma. Las plataformas se encargan de preseleccionar las empresas, formalizar los préstamos, gestionar los cobros y distribuirlos entre los inversores. Al ser una fuente no bancaria de financiación, contribuye a que las pequeñas y medianas empresas reduzcan su dependencia bancaria y accedan a una financiación que además, puede resultar más económica, flexible y cómoda.
¿Cambio de las reglas del juego?
El concepto básico de financiación colectiva ha existido desde hace siglos y podemos encontrar ciertos paralelismos con el surgimiento de las cooperativas de crédito o incluso la apertura del mercado bursátil a inversores no profesionales.
Lo que aporta el crowdfunding es un mayor poder de decisión a la sociedad, rompiendo con la intermediación financiera y bancaria tradicional, democratizando el mundo financiero y equilibrando las fuerzas entre la banca y las empresas. Y aporta mucha más transparencia a todas las partes interesadas. Las personas pueden invertir o prestar dinero directamente a empresas de su localidad, del sector de actividad que les interese, apoyando así a las empresas que crean empleo y que representan la base de nuestra economía productiva local. En este sentido, podemos decir que el crowdfunding representa un cierto cambio de paradigma y es un ejemplo más de que Internet amplía nuestras oportunidades, la noción de comunidad y puede cambiar las reglas del juego.
¿Hacia dónde va el crowdfunding para empresas?
A nivel mundial, en el 2011 las plataformas de crowdfunding canalizaron 1.500 millones de dólares hacia familias y empresas y se prevé que esta cifra llegue a los 3.000 millones en el 2013 a nivel mundial. Solo en Europa, en el 2011 ya existían unas 200 plataformas operativas que lograron financiar alrededor de 300 millones de euros. Se estima que estas cifras han crecido un 50% en el 2012. De hecho, en el Reino Unido, el gobierno británico canalizará este año 110 millones de libras a través de distintas plataformas como medida para mejorar la falta de acceso al crédito de las pequeñas y medianas empresas. En España existen ya más de 50 plataformas de crowdfunding, pero pocas enfocadas a financiar empresas y gestionar retornos financieros para los inversores.
Este último punto entraña el reto fundamental: convertir los préstamos o la inversión en pequeñas empresas en productos de inversión similares a la inversión en el Ibex 35, los bonos del tesoro o los fondos de inversión. ¿Y por qué no ir más allá? ¿Nos imaginamos una sociedad en la que sus ciudadanos puedan decidir qué parte de sus fondos de pensiones se inviertan en empresas de la economía productiva local?
Desde el punto de vista regulatorio, como todas las innovaciones, el crowdfunding va por delante de una regulación específica. En EEUU apareció una primera regulación en el 2012 y la Comisión Europea ya está estudiando un primer documento técnico que debe sentar las bases para una futura regulación común del crowdfunding en Europa.
En diálogo con la European Crowdfunding Association se trabaja con una visión común: la restauraciónde la financiación a las pequeñas y medianas empresas y la protección de los derechos de los usuarios.
El crowdfunding dota de más poder de decisión a los usuarios y, vistas las recientes experiencias en la comercialización de productos financieros, es fundamental que todas las partes entiendan las ventajas y los riesgos de esta nueva modalidad de financiación. Una mejor cultura financiera de las partes y una regulación adecuada son, sin duda, elementos fundamentales para que el crowdfunding se convierta en un auténtico tsunami en el mundo financiero.
Marc Domenech